martes, 12 de marzo de 2013

En los zapatos de quien espera

Ella está allí adentro. 

Me lo recuerda cada tanto. Hay una cosa de no terminar de acostumbrarme a estas dimensiones, que hace que me tire el desayuno encima. Algo del peso que estoy ganando que me va eliminando ropa del clóset disponible. Y claro, están las patadas, que me gustan y me divierten y que casi interpreto como su forma de decirme “eh, mamá, ¿a qué hora viene el chocolatico?”. Ella está allí adentro y yo la siento moverse. Y aun cuando no la sienta, yo sé que ella está allí. No lo he perdido de vista ni por un segundo desde que lo supe. Es una certeza feliz. Es una de esas pocas cosas que te pasan en la vida de las que apenas eres consiente y ya sonríes como idiota. Especulé durante mucho tiempo cómo sería esto de estar embarazada. Cómo se sentiría, cómo me iría a sentir yo particularmente. Más allá de los síntomas “normales” (son como mil, todo es, de repente, normal), que no me encantan, la sensación en mi caso ha sido de entusiasmo. Entusiasmo y extrañamiento. No me reconozco a mí misma, no me encuentro por aquí o tardo un buen rato en encontrarme. Me desconcentro, me olvido, me disperso o simplemente, me canso. No me ha encantado lo de ralentizarme, lo de bajar el ritmo, lo confieso. Pero sé que es una lección de vida. Hay que adaptarse. Hay que aceptar este cambio porque después de todo es sólo el principio del cambio grande, el importante, el que se hará evidente cuando ella salga de allí y diga “bueno, aquí estoy”. Una vida. Es una locura saber que llevo una vida aquí adentro. Una vida que ya es una persona. Que va sabiendo qué le gusta y qué no, que va teniendo su horario, su propia manera de ver las cosas aunque por ahora no pueda decidir dónde va ni qué come. Una vida. Es, en serio, una locura. Ser mamá después de grande es lo que yo quería y aunque sé que no va a ser muy fácil, creo que es lo que iba a funcionar para mí. Necesitaba haber vivido algo, haber inventado y vuelto a inventar qué me gusta, haber aprendido cosas sobre mí misma y también haber llorado, haberme desilusionado un poco, haberme equivocado y haber aceptado que eso es parte del paquete. Siento que es ahora cuando realmente puedo aportarle algo (alguito, ojalá) a esta vida que llevo dentro. Claro que me pregunto si lo iré a hacer bien, si iré a dar la talla. No sería yo si no me hiciera estas preguntas. Pero hasta ahora no me ha asaltado el miedo que pensé que sentiría ante la sola idea de saber que alguien, una personita pequeñita, está por llegar a este lado del espejo y va a depender de mí. Quiero tenerla aquí. Quiero cuidar de ella. Es una de las cosas que más he deseado en mi vida y quiero que pase ya. Les iré contando de qué va esto de “esperar”. O más bien, de cómo me va a mí esperando. Ninguna de nosotras es igual a la otra. Mientras cuento las semanas, les dejo otro par de zapatos.

I♥ 


En estos días no se me pasan las ganas de verme bien, pero no está fácil. Los zapatos son una buena manera de consentirse, pero mejor si son flat (que ya ni provoca ni es muy seguro andar en las alturas). Estos los conseguí en Urban Outfitters y son el equilibrio perfecto entre cómodo y bello.

Les dejo el enlace: http://goo.gl/LojDp